¿La pandemia giró a la sociedad hacia la derecha? Un análisis de tendencias políticas post-Covid

La pandemia no solo fue un evento sanitario global: también funcionó como un acelerador político. Con el encierro, el miedo, la incertidumbre económica y la crisis institucional en muchos países, distintas fuerzas comenzaron a reacomodarse. Entre analistas y estrategas ha crecido una pregunta inquietante: ¿la población giró hacia la derecha después del COVID-19?


Imagen generada por IA

Para responderla, hay que mirar más allá de los titulares, donde conviven triunfos de líderes conservadores, avances de la extrema derecha y, al mismo tiempo, resistencias progresistas que parecen agotadas, pero no desaparecen.

El clima emocional que habilitó el giro

La psicología política nos dice que: en contextos de amenaza, la ciudadanía tiende a priorizar el orden, la seguridad y las certezas. La pandemia generó exactamente las condiciones para ello:

  • Miedo a lo desconocido, que favorece discursos que prometen control.
  • Inseguridad económica, que fortalece propuestas de austeridad o reformas “realistas”.
  • Desconfianza institucional, que habilita la crítica antisistema, muchas veces canalizada por la derecha radical.

Cuando millones vieron en riesgo su empleo, su salud y hasta su movilidad cotidiana, los valores de estabilidad y autoridad cobraron fuerza.


Los triunfos que alimentan la tesis del giro a la derecha

Tras la pandemia, distintos fenómenos parecieron confirmar el viraje:

  • Avance de liderazgos nacionalistaslibertarios o conservadores en Europa, América Latina y Estados Unidos.
  • Discursos antiestablishment que canalizaron frustraciones acumuladas durante los meses de confinamiento.
  • Una reacción cultural contra lo que parte de la población percibe como “excesos del gobierno”, desde regulaciones sanitarias hasta debates de género.

La pandemia en la Argentina

La Universidad Torcuato Di Tella viene publicando el Índice de Confianza General de los gobiernos a través del tiempo

El ICG tiene como objetivo medir la evolución de la opinión pública respecto de la labor que desarrolla el gobierno nacional. Está diseñado de forma de captar lo que los ciudadanos piensan respecto de aspectos esenciales del gobierno nacional, a partir de la estimación de cinco dimensiones:

La imagen o evaluación general del gobierno.

La percepción sobre si se gobierna pensando en el bien general o en el de sectores particulares.

La eficiencia en la administración del gasto público.

La honestidad de los miembros del gobierno.

La capacidad del gobierno para resolver los problemas del país.

El índice se presenta en una escala que varía entre un mínimo de 0 y un máximo de 5.


Casi al comienzo del gobierno del presidente Alberto Fernández se desató en el mundo la pandemia del Covid-19, en nuestro país el inicio de la cuarentena comenzó el 20 de marzo del 2020.

Al asumir Fernández contaba con un índice de confianza 2.32. Luego del anuncio de las medidas dictadas en el marco del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), la población debía permanecer en cuarentena del 20 de marzo al 26 de abril; el índice de confianza alcanzó su pico máximo de 3,29.

Luego, producto de la prolongación de las prohibiciones, el hastío, las frustraciones y el temor imperante, la confianza cayó a 1,6 y al final del mandato y con un clima social de enojo por una inflación que devaluaba a diario los ingresos de los argentinos, el índice se desplomó a tres centécimas de 1 punto.

¿Giro estructural o voto emocional? 

Más que un corrimiento ideológico profundo, muchos investigadores hablan de voto de protesta o voto reactivo. Es decir:

  • La pandemia intensificó sentimientos de abandono, enojo y agotamiento social.
  • Parte de la ciudadanía no “se volvió de derecha” en términos doctrinarios, sino que optó por alternativas que prometían rupturas rápidas.
  • La derecha fue la que mejor supo leer ese clima, sobre todo con mensajes simples y soluciones veloces frente a un mundo embrollado.

El corrimiento, entonces, puede ser más coyuntural que ideológico.


Los gobiernos populares en retroceso, pero no derrotados

El debilitamiento de los partidos que ponen el acento en los derechos sociales, y en el reparto equitativo de la riqueza, no implica su desaparición. Muchos de sus votantes permanecen, pero:

  • Las narrativas progresistas no lograron responder al malestar post-pandemia.
  • El lenguaje técnico sobre derechos, igualdad y Estado de bienestar perdió conexión con sensibilidades marcadas por la crisis.
  • Las izquierdas, los movimientos populares y el progresismo,  quedaron asociadas —con razón o sin ella— a restricciones sanitarias impopulares.

El resultado fue una desconexión comunicacional más que un rechazo ideológico masivo.


La variable económica: el factor decisivo

Uno de los motores del giro político fue la inflación global, las recesiones y el derrumbe del empleo informal. Allí las derechas, especialmente las versiones “anti-Estado”, ofrecieron:

  • Críticas a la burocracia,
  • Promesas de eficiencia,
  • Menos impuestos,
  • Más libertad individual.

En sociedades cansadas de intervenciones estatales durante la pandemia, ese discurso encontró terreno fértil.

¿Hacia dónde va el péndulo ahora?

No está claro si este viraje será duradero. Los ciclos políticos suelen responder a:

  • Desempeño económico de los nuevos gobiernos,
  • Resultados concretos de sus promesas antiestablishment,
  • Capacidad de las fuerzas populares para reconstruir un relato que conecte con la vida cotidiana.

La pregunta no es solo si la sociedad se movió hacia la derecha, sino si la derecha podrá sostener las expectativas que hoy la favorecen.

Conclusión

Más que un giro ideológico homogéneo, lo que dejó la pandemia es un electorado irritado, más individualista y desconfiado, dispuesto a probar opciones que prometen romper con lo existente. La derecha leyó mejor ese malestar. Pero si sus respuestas no se traducen en mejoras concretas, el péndulo puede volver a moverse.

Un gran porcentaje de la población no se siente convocada por ningún partido político, en nuestro país los niveles de abstencionismo en las pasadas elecciones son superiores incluso a la elección del 2021 en pandemia. En la provincia de Buenos Aires el 26 de octubre pasado votaron el 67% de los empadronados contra el 72% del 28 de noviembre del 2021, ambas fueron elecciones legislativas.

En cantidad de personas son cerca de 5 millones que les dan la espalda a las elecciones.

Una especial atención merecen los jóvenes de 16 a 35 años, analizamos este franja etaria en una nota anterior, pero hay que incorporar la forma en que este sector se informa, aquí juegan un rol importante las redes sociales, pero estas son muy vulnerables a las noticias falsaslas crónicas no son chequeadas, se estimulan la confianza en la información instantánea y se anula el pensamiento crítico.

Lo que sí parece irreversible es que la política post-pandemia es más emocional, más polarizada y menos paciente, un terreno en el que ninguna fuerza tiene garantías duraderas.


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